jueves, 9 de junio de 2011

DIARIO DE UNA DESESPERANZA VI



-          Ana, voy colocarte  un poco en la cama, me da la sensación de que no estás cómoda…. A ver… Así… ¿Estás mejor?... Espero que sí…

Te hablo con la esperanza de que, estés donde estés, puedas escucharme…

 ¡Dios mío! Tienes toda la espalda amoratada… Ojalá no duela, ojalá no sufras, donde quiera que estés, desearía que nos observaras con ojos de paz, que no sintieras desasosiego, ni dolor físico cuando te cambiamos de posición.

Me he encontrado con los padres de Miguel esta tarde, parecían agotados, envejecidos, nos hemos saludado de mantea cortés… ¿Te llegaron a querer alguna vez? ¿Acaso simplemente a aceptarte?.

Me puedo imaginar lo fenomenal que estarán interpretando su papel  de amantísimos suegros que te aceptaron como una hija y que sufren doblemente por la tristeza de perderte y el desconsuelo de su hijo.

¡Cuánta hipocresía! Nunca fuiste lo suficientemente buena para ellos. Su hijo, su brillante hijo necesitaba alguien como él, con cierto nivel cultural, y tú no tenías estudios universitarios, no estabas a su altura… lo único que valoraban en ti era tu grado de sumisión, tu capacidad de aceptar todo lo que proponían, en muchas ocasiones sin contar con tu opinión. Con la de tu marido era más que suficiente, al fin y al cabo tu debías estar agradecida, al haberte acogido como a una hija, y con tu silencio, no hacías otra cosa que otorgar en todo lo que te propusieran porque era tu obligación. No había más salidas.

Y luego vino lo de los hijos… Jamás creyeron el cuento de que estuvieras sana, para ellos habías heredado cualquier gen defectuoso de tu madre, incluso cuando empezaste a descender por el túnel de la desesperación; y las depresiones vinieron a instalarse en tu vida, no faltaron por parte de ellos, las referencias a tu madre. Y por si Miguel no era consciente de tu situación ellos estaban allí para augurarle un futuro lleno de sinsabores, llevando él todo el peso de  un hogar sin hijos, y con una compañera en la que no podría poyarse en los malos momentos, si estos venían, todo esto claro está, desde el punto de vista de unos amantísimos padres, que únicamente deseaban lo mejor para su querido hijo.

Fueron años, día tras día, en tu ánimo fue mermando.

Fui testigo de tus primeras depresiones.

En aquel tiempo todavía estaba allí para escucharte. Para tratar de hacerte ver tu valía. Pero quizá ya era tarde. Tu concepto de ti misma era tan negativo, tu autoestima estaba tan deteriorada… ¿Acaso traté de ponerme en tu lugar?

Tú, con una familia a la que no podías recurrir, tu madre con su depresión vitalicia no podía escucharte, ni aceptar más desgracias que no fueran la suya propia.

Tu padre cuando vio que sus hijas se marchaban del hogar y ya no tenía que interpretar el papel de padre y esposo, se sintió liberado y empezó a vivir su vida de verdad.

Tú fingías ser feliz ante él porque le hubieses destrozado el corazón de haberle hecho saber cuan infeliz eras.

Tu hermana tan lejos de ti en espacio y sentimientos, nunca se ofreció, no te abrió sus brazos ni su corazón, ni permitió que tú lo hicieras.

Y yo… Yo intenté ayudarte Ana, sólo Dios sabe que lo intenté, aunque tal vez mi ayuda no era lo que necesitabas… Te había planteado tantas veces que te separases de ese hombre que no te amaba como merecías ser amada… Yo lo veía muy fácil, quería que buscases un trabajo, que fueras independiente económicamente, porque ése era el principio del camino hacia tu liberación.

Para mí resultaban sencillos los pasos a seguir, te aconsejaba a cerca de la parte práctica; un trabajo nuevo, una casa para ti sola y empezar de cero… Pero olvidé la parte emocional. Olvidé que todavía estabas enamorada, olvidé que te habías acostumbrado al tipo de amor que te daba tu marido.

Te sentías perdida, y yo no supe darte la mano lo suficientemente fuerte para que te sintieras segura.

Y aquel día… Aquel  fatídico día en que Miguel y yo discutimos, te hizo ver que yo no era una buena amiga, que envidiaba tu estatus social, tu poder adquisitivo, vuestro feliz matrimonio, y que era una mala influencia… Le llegaste a creer…

Aquel  fatídico día en que tu marido me pidió amablemente que saliera de vuestra casa y que no volviera a pisar por allí, te miré pidiendo tu consentimiento para ver si estabas de acuerdo. Busqué en tu mirada un gesto de negación, algo que me hiciera comprender que estabas conmigo, que éramos amigas desde la infancia, casi hermanas…

Tu gesto altivo con el mentón  ligeramente elevado, tu mirada desafiante me hicieron comprender que había perdido… Que nunca saldrías de la prisión en que te encontrabas, incluso pasó por mi pensamiento, fugazmente, la idea de que yo no debía entrometerme, que estaba equivocada, incluso que tal vez… sólo tal vez por una vez en mi vida tuviera que aceptar que Miguel estaba en lo cierto.

Sin dejar de mirarte cogí mi bolso, bajé entonces la mirada al suelo y salí de tu casa y de tu vida para siempre. Nunca más volvimos a hablar.

Así pasaron ocho largos años…
………………………………………………………………………………………………………………………………………………

domingo, 15 de mayo de 2011

DIARIO DE UNA DESESPERAZA V

Voy hacia el hospital; he decidido ir en autobús. No estoy en condiciones de conducir,mi pensamiento y mi cabeza hace días que andan por ahí buscándote, recordándote, reviviendo escenas del pasado, cuando éramos felices, y recorriendo mis pasos, una vez más, rememorando mis palabras, esas que supusieron el alejamiento total de ti, por qué no fui más tolerante, más paciente contigo, por qué no sospeché por lo que estabas pasando... Por qué te di la espalda... Si hubiese sabido todo lo que iba a ocurrir después... Y hoy, mi corazón sufre anhelando una respuesta a mi petición de perdón, de absolución. Es como si necesitara acallar a mi conciencia...
Es curioso pero desde que estás en coma no ha salido el sol, estamos a principios de marzo, tres días en ese estado y tres días en que el cielo está triste; mirando por la ventana del autobús y absorta en mis pensamientos, de pronto, he empezado a llorar, ha sido un llanto silencioso, tibio, necesario... ¡Cuánto lo necesitaba! Ha sido tranquilizador darme cuenta de que el resto de pasajeros no se ha percatado de mi situación, me he puesto las gafas de sol, a pesar del día y he desahogado todo lo que mi cuerpo y mi mente me han permitido, este llanto ha dejado en mí una mezcla de abatimiento, sosiego y una especie de cierta energía renovada para afrontar un nuevo día junto a ti, supongo que a partir de este momento será más fácil...
................................................................................................................................................................

-Hola Juan, dime algo nuevo, por favor...

Mi mente en realidad quiere decir "dime algo bueno", pero en el fondo de mí tengo la sospecha de que eso no va a ser posible.

-Ven Lucía, vamos al cuarto de personal y hablamos.

Me estoy preparando mentalmente para las peores noticias y creo que he rezado más en estos días que en todos los años que he vivido, pero no sé por qué tengo la sensación de no poder soportar más esta situación. Tal vez sea que mi cuerpo y mi mente están tocando fondo, la ausencia de horas de sueño y la poca alimentación que les he proporcionado están siendo un caldo de cultivo excelente para el abatimiento que siento.

-Los médicos ya tienen los resultados de las pruebas que le han realizado a Ana. Esta mañana han estado hablando con su marido y con su familia. Lucía... Ana tiene un porcentaje muy elevado de la corteza neuronal necrosado, su estado es muy grave, no podemos saber cuanto tiempo puede llegar a estar en la situación actual, pero sea el tiempo que sea no va a recuperar nada, todo va a a seguir como hasta ahora, se le puede quitar el respirador y practicarle una traqueostomía, pero eso sería prolongar más un estado comatoso sin evolución.

-Y ya está... No hay nada más... ¿Ya no hay nada más Juan?... Ni tratamientos, ni rehabilitación... ¿Nada? ¿La medicina arroja la toalla?...

-Lo siento mucho...

Observo a mi hermano con los ojos arrasados en lágrimas, apenas puedo distinguir su imagen borrosa, pero presiento que hay algo más que quiere decirme y no sabe como hacerlo...

-Le han propuesto a Miguel desconectar el respirador cuando la familia lo considere. Les van a dar todo el tiempo que necesiten. No hay ninguna solución Lucía... No se puede hacer nada.

-¿Y lo tiene que decidir ese mal nacido?

-Está destrozado... Lucía... si lo vieras...

-Prefiero no tener que verle, él ha sido el culpable de todo esto...

Y tú también -me recuerda esa voz en mi interior-. En lo más profundo de mí, existe un juez implacable, al que le gusta recordarme que yo también puse mi grano de arena en la destrucción de Ana.

-Juan, quiero estar con ella...
...........................................................................................................................................................

-Parece que esto va en serio, Ana... Lo has conseguido. Te lo propusiste y has llegado hasta el fin.
¿Por qué Ana?, ¿Por qué no has luchado?... ¿Por qué no has sido tu dueña?...¿Por qué no has conducido tu propia vida?...

Te miro y estás rodeada de almohadones, con protectores en tus pies para evitar heridas, sobre tu mesita, hay varios productos de belleza, está tu  crema de rostro... siempre la misma marca, siempre tu fidelidad... hasta en las pequeñas cosas.
Mientras te hablo voy retirando cada almohada que te protege y empiezo a masajearte los brazos, las piernas... Utilizo la loción corporal que tienes en tu mesilla y que supongo te habrá traído Miguel... Qué bien está representando su papel de amante esposo destrozado por la tristeza... Si todos supieran...
Destapo tu frasco de crema hidratante para el rostro y aspiro su aroma... Huele a ti... Es increíble lo que un olor puede hacer en el cerebro, de repente, miles de recuerdos se agolpan en él, pero sólo uno se queda...
Estamos tu y yo, somos adolescentes y me estás enseñando a maquillarme... ¡Qué torpe soy!...
-¿Recuerdas Ana?... Siempre tuviste muy buena mano para sacarte el máximo partido, tienes esa elegancia innata, la que no se aprende, esa que te hace igual de altiva con vestido de fiesta que con tejanos; en cambio yo... Lo poco que sé en ese aspecto lo aprendí de ti, jamás se me dio bien la cosmética, no tengo ningún estilo ni gusto para combinar mi propia ropa. Y me faltas tú desde hace tanto...
En aquellas ocasiones lo hiciste tú por mí, ahora soy yo la que te está poniendo crema en la cara y el cuerpo, sólo que la situación no es la misma. Ojalá pudiera retroceder en el tiempo...
..............................................................................................................................................................
Cuando quedé embarazada fue una noticia inesperada para todos.
Luis y yo tuvimos que empezar a pensar que íbamos a ser tres en poco tiempo.
Te va a parecer mentira, Ana, pero fuiste la primera persona en la que pensé. No veía la manera de decírtelo, yo sabía que te alegrarías por mí, pero a raíz de la negativa de tu marido para acudir a cualquier especialista en infertilidad, tu carácter fue cambiando poco a poco, esas respuestas tuyas cargadas de autoridad se convirtieron en respuestas déspotas, a todas las personas que te queríamos nos hacías comentarios hirientes por la menor insignificancia. A todas... menos a Miguel, con él era diferente, ya no le sonreías igual, te faltaba el valor para hacerle reproches, pero tu mirada delataba un odio, una frialdad, una dureza que jamás había visto en ti. Y me asustaba. Pensaba que tanto rencor oculto no te podría aportar nada bueno.
Recuerdo cierta ocasión que faltando muy pocos días para mi boda, me aconsejaste que no me casara, que no lo hiciera, que no sería feliz.
No te hice caso, no le di a tus palabras la importancia que tenían, no quise o no supe ver el dolor y la frustración que escondían. Ahora sé que debías estar tan saturada de rencores ocultos..¿Qué estaba pasando con tu vida? ¿Qué sentías en tu corazón para decirme esas palabras?:

-"Somos sus putas, Lucía, no somos otra cosa que eso, lavamos su ropa, limpiamos su suciedad y tenemos que estar disponibles en la cama, somos putas mal remuneradas. No te cases Lucía, sigue mi consejo y no te cases. Aún estás a tiempo".

Me quedé tan sorprendida que no supe que decirte, mientras me hablabas, clavavas tus dedos en mi brazo con tal intensidad que me hiciste daño, y tus ojos llorosos, reflejaban tanta pena, sufrimiento y desencanto, que, francamente, no supe que decirte, ni como contestarte, no supe aconsejarte, no supe escucharte para así, sacar de tu interior, toda esa rabia contenida. Dios mío, si lo hubiese sabido ver... Si hubiera presentido la batalla que librabas en lo más profundo de ti... No te podías permitir odiar a ese hombre que tanto amaste, pero tu corazón emanaba ese sentimiento aún a pesar de que tú lo rechazaras con todas tus fuerzas...

Esta mañana ha estado tu hermana visitándote, me lo ha comentado tu enfermera, dijo que no llegó a agotar el tiempo de visita establecido, y yo no quisiera juzgarla, pero... ¿Tan pocas cosas tenía que contarte? Sé que no debo pensar así, cada uno manifiesta el dolor de una manera diferente y ella no ha sido una mujer que afrontara los problemas de frente.
Cuando empezasteis a ver la vida con la mirada de un adulto y os enfrentasteis a la situación que se vivía en tu casa, siempre bajo la sospecha, nunca se habló abiertamente del mejor amigo de tu padre, Alberto, esa amistad tan poco habitual, tan íntima que le hacía a tu padre desaparecer durante fines de semana enteros con la excusa de que iban de pesca, de que compartía aficiones... De que tu madre siempre estaba enferma, llorando, con su eterna depresión...
Cuando todo eso empezó a hacerse notable tu hermana decidió independizarse, poner tierra de por medio y largarse cuanto más lejos mejor. Así pasó gran parte de su juventud en Londres con la excusa de aprender el idioma y labrarse un porvenir.
Al principio venía a casa en fechas señaladas, Navidad, parte de las vacaciones de verano, pero poco a poco fue espaciando sus visitas hasta que terminó por no venir, apenas una vez al año, y siempre terminabais discutiendo.
El tópico que se suele utilizar entre hermanas de que "sólo os tenéis la una a la otra" con vosotras dos no funcionó.
Ella siempre tuvo celos de ti, porque para tu padre siempre fuiste "su niña" y su preferencia por ti era muy evidente, por ser la mayor; en realidad la diferencia de edad era acusada y eso a ti te favoreció, ya que a tu padre siempre se le apreció cierta predilección por su primogénita, y esos años que llevabas de "ventaja" a tu hermana os unió hasta lo impensable a tu padre y a ti, en la misma proporción que os desunía a vosotras dos.
Y cuando tú descubriste la farsa en la que se había asentado el matrimonio de tus padres, tu única salida fue recurrir a tu pareja, esperando encontrar en él, el apoyo y la comprensión necesarios para poder asimilar esta situación.
Lo último que esperabas era la respuesta que encontraste en Miguel, con la sangre fría que le caracterizaba te hizo entender que lo mejor era no hablar del asunto con nadie, tratar de olvidarlo y seguir disimulando y llevando una vida como la que habíais llevado hasta entonces.
Nunca más volviste a mencionarlo.
Siempre me ha costado comprender esa fobia hacia las personas de tu mismo sexo y esa afinidad por los hombres, con los que tan bien congeniabas, a los que comprendías siempre y perdonabas todas sus actitudes sexistas y discriminatorias.
Trato de justificarlo pensando que las tres mujeres más importantes y cercanas de tu vida, te dieron la espalda, primero tu madre, luego tu hermana, y por último yo.
Eso no me deja en buen lugar.
Hoy ha venido tu hermana a verte y quisiera pensar que te ha suplicado que le perdones, como yo, porque desde esta fría cama en la que te encuentras, por fin dominas todo y a todos los que en tu vida te hicimos sufrir.
Todos los que hoy lloramos por tu estado, de una forma u otra te hemos empujado a esta agonía.
..........................................................................................................................................................

viernes, 6 de mayo de 2011

DIARIO DE UNA DESESPERANZA (Capítulo IV)

...Y tú, Ana, creciste con ese sentimiento de culpa que no te ha abandonado nunca, me pregunto si es ese mismo sentimiento el que ahora te retiene y no te deja marchar del todo, cuando creías que había llegado el momento en que dejarías de sufrir al fin...
......................................................................................................................................................................

Después de tu boda, tu vida transcurría tranquila, rutinaria, en esa monotonía que tú misma habías anhelado.
Yo ocupaba mi tiempo en pequeños trabajos esporádicos y mal remunerados, mientras preparaba las oposiciones a Magisterio. Algún día debía lograr posicionarme en el ámbito profesional, después de todo yo no apostaba tanto por mi estabilidad sentimental con Luis como pareja.
Tú, que me conoces tan bien, sabes que no soy una mujer que se doblegue ante cualquier persona, soy contestataria y reivindicativa, sólo trato de ser justa, aunque no siempre lo consigo.
Eso era precisamente lo que me llevaba a discutir con tu marido, su trato contigo y con el resto de los mortales que ,por supuesto, vegetábamos en un plano inferior al suyo.
 Así, poco a poco, me fui ganando su desprecio primero y su odio después.
A medida que pasaba  el tiempo tu deseo de ser madre crecía, aparentemente en la misma proporción que tu amor por Miguel, tu entrega era absoluta, yo, a veces confieso que llegué a envidiarte, vivías por él y para él, eras la mujer perfecta, esposa, amante... Ideal para cualquier hombre. Era... como si todas tus energías las concentraras en cumplir a la perfección tu papel.
Yo sabía que jamás llegaría a ser como tú, porque algo dentro de mí se revelaba cuando tu amante esposo decía alguna de sus memeces y tú le sonreías con mirada cómplice, a pesar de que el blanco de sus gracias cada vez con más frecuencia seguías siendo tú. En alguna ocasión contestaste con cierta soberbia y procuraste atajar sus bromas, pero aquello se produjo en contadas ocasiones... Supongo que en la intimidad pagarías muy cara tu osadía de retarle en público.
Habían transcurrido cuatro años desde tu enlace y los hijos no llegaban, por fin decidiste hacerme caso y buscar una solución médica, te costaba aceptar que algo pudiera ir mal en la vida que habías proyectado.
Evidentemente, tu marido era un señor muy ocupado, con lo cual tuviste que pedir citas, asistir a pruebas y escuchar diagnósticos tú sola. Yo apenas fui de gran ayuda puesto que finalmente aprobé esa ansiada oposición y mi trabajo junto con mi vida en pareja con Luis me absorbían casi por completo.
Aún así a pesar de que tú me decías que no era necesario, te acompañé en aquellas ocasiones que mi "ocupada" vida me dejaba hacerlo...
¡Cómo me arrepiento, Ana!, de haberlo sabido... Si hubiese sospechado que quedaba tan poco tiempo para disfrutar de ti...
Si hubiese intuído siquiera que me dejarías tan pronto, tan sola, con tantas cosas por decir... Sin tu perdón...
..............................................................................................................................................................
El negocio de material informático en el que decidió emprender su andadura laboral en solitario tu marido, iba prosperando de manera asombrosa, en poco tiempo había abierto tres sucursales, que dejaban los suficientes beneficios como para tener una vida cómoda, y en poco tiempo amortizó la inversión económica que supuso empezar de cero con la dificultad añadida de abonar los préstamos solicitados.
Al mismo tiempo que todo eso sucedía, tú ibas aprendiendo que no debías molestar al importante Miguel Ballesteros con nimiedades, por eso, en aquella ocasión en que tuvieron que realizarte una dolorosa prueba a la que debías acudir acompañada, porque debían sedarte, me pediste que fuese yo quien fuera contigo...

-Anita... que fuerte eres... Que fuerte has sido siempre... Recuerdo las veces que pensé que eras demasiado débil para enfrentarte a tu marido y recordarle que eras una persona digna de respeto...
Qué equivocada estaba... sufrías viendo como se venían abajo los proyectos de toda tu vida, y jamás contaste nada a nadie... Nunca tu hermana o yo te escuchamos decir una palabra de reproche hacia tu marido. Todo estaba bien.
Y no, no todo estaba bien en tu mundo... Nada iba bien en él... Sólo tú eras conocedora del infierno de desesperanza que te acompañaba cada día, de la tristeza infinita que debías sentir cada noche al acostarte y que te daba los buenos días al abrir tus enormes ojos negros...

- Sus riñones están dejando de funcionar... -Es mi hermano Juan el que se dirige a mí. Ha entrado en la habitación de Ana para acompañarme un rato. Él, está al cuidado de otro paciente. Trae un café. Lo necesito...
-Gracias Juan... Así que otra complicación más, ahora sus riñones...
-Lo siento Lucía
-Lo sé
-Deberías salir a dar una vuelta, llevas demasiado tiempo aquí
-Es cierto, pero tengo tantas cosas que contarle... Es tan injusto Juan...¿Por qué? ¿Por qué a ella? Es la persona más buena que he conocido. Nunca ha hecho daño a nadie, más bien al contrario, a veces pienso que hemos sido todas las personas en quien confiaba las que le hemos defraudado.
-No;  no seas cruel contigo hermana, no te culpes, ese sentimiento no te hará ningún bien... Y no cambiará el estado de las cosas.
-No puedo evitarlo... Quisiera tener la conciencia tranquila y poder decir eso que se dice siempre en estos casos, que he hecho por ella todo lo que he podido cuando estaba bien, pero no es verdad, no fue así.
-Lucía fueron las circunstancias, no podías hacer nada. Sabías que tarde o temprano su marido se interpondría entre vosotras dos, entre vuestra amistad. Tú eras una "mala influencia" para ella, tenías el poder de hacerle ver la realidad, de abrirle los ojos, ante el trato injusto y de inferioridad que Miguel le daba. No tuviste más remedio que alejarte...
No puedo evitar llorar... te miro entre lágrimas y con una leve sonrisa te acaricio el rostro mientras te hablo:
-Así que ahora tus riñones no funcionan, Anita... ¿Recuerdas cuando salíamos de jovencitas y no podías irte de un local sin pasar antes por el aseo?...Hasta te puse un mote por ello... Y ahora... Qué extraño es todo y que extraña me siento...
...................................................................................................................................................................

El tiempo transcurría despacio; a veces entre una revisión ginecológica y la siguiente o entre una prueba y otra pasaban meses, la medicina privada hubiese sido una solución para agilizar trámites y citas, pero tú no querías que tu deseo de ser madre fuera un problema económico, además de fisiológico.

-Todo está bien señora Ramos, todo es normal en su organismo. Deberíamos empezar a estudiar a su marido...
Eso fue lo que te dijo el médico después de haber finalizado con tu estudio.
Pero él se negó.

-Ni hablar, Ana, no pienso acudir a ningún médico, no estoy enfermo, me encuentro estupendamente, si no tenemos hijos y tú estás perfecta, es porque te estás obsesionando con la idea de ser madre, así que relájate, y no pienses más en ello.
No pienso convertir en el centro de nuestras conversaciones este tema, así que escúchame bien, si vienen los niños estupendo, y si no vienen, es porque no tienen que venir. Es un tema que no me preocupa en absoluto. En estos momentos tengo demasiadas cosas en que pensar, mucho más importantes que en cambiar pañales. Es tu tema. Ya sabes lo que he opinado siempre de los hijos.

Después de esta conversación me llamaste por teléfono llorando, creo que no te había visto llorar desde que éramos niñas.
Así que -pensé- ha permitido que te "distrajeras" por unos meses con tus pruebas médicas como si de un pasatiempo se tratara, para después decirte lo que realmente pensaba. Hasta entonces te había ido dando tregua creyendo que te cansarías de tanto ir y venir de médicos, y que, tarde o temprano pasaría tu instinto maternal.
Y ni en ese momento, te permitiste odiarle, justificaste sus palabras ante mí diciendo que cambiaría de opinión, que estabas segura de ello, que era normal, que estaba muy preocupado por sus negocios... y yo le odié ¡Dios mío, como le odié en ese momento!...
Entonces ocurrió algo que no debería haber ocurrido.
Mi vida estaba organizándose poco a poco, llevaba casada apenas dos años, trabajando duro, con las letras de un préstamo hipotecario que nos asfixiaba por pagar, Luis no encontraba un trabajo estable que nos permitiera poder hacer planes a largo plazo, y su carácter se iba amargando día a día y entonces.... Me quedé embarazada.
.....................................................................................................................................................................

martes, 26 de abril de 2011

OCTAVO CONCURSO DE CARTAS DE AMOR Y DESAMOR

Madrid 1 de Mayo de 2010


Amor mío:

Dicen que cuando una persona pasa por tu vida y te hiere de alguna manera, lo mejor que puedes hacer para que no te siga dañando es imaginarla que parte de viaje, un viaje sin retorno.

Dicen que es bueno visualizarle, marchándose con su maleta a cuestas llevando consigo todo lo malo que te pudo hacer…

Dicen, que en ese momento le desees lo mejor para su futuro, y toda la felicidad posible, porque deseándole el bien, te lo estás deseando a ti mismo, y solo pensando de esta manera alejas de ti todo odio o rencor que pudiste albergar…

Yo trato de imaginarte partiendo, de espaldas a mí con tu eterna mochila que te daba ese aire juvenil, y, de verdad que te deseo lo mejor, no hay odio, no existe ni un atisbo de rencor en mi pensamiento, ni si quiera la eterna pregunta “¿por qué a mí?”…

Pero deseo con todo mi corazón que cuando ames, te entregues, acaricies, beses o respires a otra mujer, cualquiera que sea, aparezca mi recuerdo en tu pensamiento, que cada vez que estreches entre tus brazos a otra como lo hiciste conmigo, sea mi rostro el que veas, que amando apasionadamente, sea mi nombre el que venga a tus labios…

Y, sé que deseándote esto, me lo estoy deseando a mí misma, que me estoy condenando deliberadamente a sufrir el mismo castigo, y no me importa, porque esa sería una dulce condena, porque hoy, ahora mismo, tengo la certeza de que no podría amar a otro hombre sin ver tu rostro cerca del mío, porque tu nombre se me escapa cuando quiero nombrar a otros, porque de momento y hasta que se dicte otra sentencia, mi pena será ser presa de los recuerdos hermosos que me has regalado.

Supongo que cuando pase un tiempo, sonreiré y ya no sentiré lo mismo, será así, pero ahora es mi sentimiento el que manda, y debo expresarlo para evitar que dentro me haga daño.

Ahora tengo el presentimiento de que volverás, tal vez me equivoque, pero también algo en mi interior me dice que si intentara ser feliz a tu lado, no lo conseguiría.

Mi cabeza y mi corazón son dos motores que funcionan a revoluciones diferentes,

Pienso que me lancé, amé, me dejé amar, y disfruté, me sentí mimada, cuidada, y valió la pena.

Pero la vida continúa, cuando sufres, por el motivo que sea, y te encuentras inmerso en la más profunda tristeza, desearías que el mundo se detuviera, que todo el mundo supiese de tu dolor, que nadie sonriera… pero afortunadamente eso no sucede, sales a la calle y las personas caminan, hablan, se ríen, y tú con tu pena, quieres llorar, pero no debes, has de fingir que no pasa nada, contestar si te preguntan; y por dentro ese dolor entre el corazón y el estómago, el lugar donde dicen que se cobija el alma, un dolor que se puede sentir… casi como un daño físico. Me pregunto ¿cuántas veces te podrán romper el alma?, ¿cuántas veces se entrega con la seguridad de que si te equivocas podrás seguir amando?...

Hoy no es mi mejor día, te añoro, te instalas dentro de mi mente sin avisar, sin pedir permiso viene una frase tuya a mi recuerdo, una sonrisa, esa mirada que me regalaste la última vez que te vi… si hubiese sabido que iba a ser la última… el último beso… tu último abrazo…

De haber sabido todo esto, te habría respirado hasta dejarte sin aroma, me hubiese dejado abrazar por ti hasta no sentir otra cosa que tu respiración tu latido y el perfume de tu piel…

De haber sabido que era tu último beso, (el cual recuerdo una y otra vez), no habría sido un beso normal, de costumbre, de los que no te da tiempo a sentir, habría sido uno de esos besos que te remueven todo por dentro, de los que te pasan por la espalda recorriéndola toda y acaban en la última fibra de tu cuerpo…

De haber sabido que iba a acabar así, me habría dormido en tu boca, en tu abrazo y en tu piel.

Te fuiste, amor mío… te marchaste y te llevaste contigo, sin saberlo, mi corazón, mis ganas de amar, mis ilusiones y sueños…

Te llevaste todo eso y nunca lo sabrás, tal vez esa sea mi venganza, tal vez eso sea lo único que me queda…

Tener la certeza de que nunca sabrás el alcance de mi amor, porque nunca llegarías a entenderlo.

Nunca leerás estas palabras, porque esta carta me acompañará hasta mi último viaje, ahora que sé que este viaje está cercano…

No me pesa haberte amado… ¿Conocerás tú algún día la grandeza del amor?...

DIARIO DE UNA DESESPERANZA (Capítulos II y III)

En Nuestras conversaciones, de mujer a mujer, como nos gustaba hablar mientras esperábamos Miguel y a mi pareja, esos eternos sábados, jamás te mostraste dubitativa o infeliz; al principio de tu vida marital, todo era perfecto, y se te veía tan vital, tan llena de luz, estabas bellísima. Recuerdo que engordaste unos kilos que te hicieron mucho bien, irradiabas felicidad.


Eras la perfecta esposa en la sombra del perfecto hombre líder, triunfador, que podía tratar como le apetecía desde a su jefe, hasta a los familiares más cercanos, pasando por supuesto por su esposa, sin que nadie e molestar o resultase ofendido ¡Santo Dios! La ofensa era su indiferencia, cuando él se dirigía a cualquier persona, aun cuando fuera para ridiculizarle en público –lo que era su especialidad- el elegido sonreía agradecido,  porque la suerte estaba de su parte… “El Gran Miguel Ballesteros” había percibido su presencia…


-Parece que se mueve cuando le acaricio los brazos.


- Son sólo movimientos convulsivos, sin orden, no los controla ella.


Es por la noche, el turno del personal de enfermería ha cambiado y si me permiten permanecer junto a ella es gracias a mi hermano Juan que es enfermero de la U.C.I.  Él es sincero conmigo, porque así se lo he pedido, y poco a poco me va haciendo entender que este viaje de mi amiga, mi mejor amiga desde la infancia, es un viaje sin retorno.


-Hola bonita, ¿Cómo estás esta mañana?


Me acerco a la cama de Ana y le doy un beso en la mejilla, sus brazos se contraen en un movimiento extraño, como de repulsa, dirijo la mirada a la enfermera que ha levantado los ojos de esa especie de jeroglífico que es la historia clínica, levanto mis cejas en señal de pregunta.


-Es como si… le molestara cualquier contacto conmigo ¿Es posible que me rechace?


-No –contesta amablemente y poniendo su mano en mi brazo- no te rechaza, esos movimientos son naturales en su estado, pero no indican una situación muy favorable… Tú eres la hermana de Juan Varea ¿No?


- Sí; hoy no está…


-No, es su día libre. Supongo que él te habrá comentado que hoy le hacían a Ana una serie de pruebas.


-Sí… Tienen un nombre rarísimo… como todo en medicina –sonrío levemente-.


-Se llaman potenciales evocados y nos van a dar una idea de cómo está su cerebro de dañado, aparte del TAC y de otros signos externos que también nos aportan datos


-Y… ¿el balance de esos signos?


-No son muy alentadores realmente. En cualquier caso, los médicos os informarán de todo cuando hayan valorado el resultado de las pruebas.


-Ya… mi hermano me comentó ayer que estuvo demasiado tiempo en parada cardio respiratoria, y su cerebro quedó bastante dañado.


-Sí, lo siento…  Me llamo Mercedes y soy la enfermera que se va a encargar de Ana en el turno de mañana durante el tiempo que esté aquí, si necesitas cualquier cosa, si tienes cualquier pregunta que hacerme, estaré encantada de atenderte.


-Mi nombre es Lucía. Muchas gracias Mercedes.


-¿Te apetece una infusión, un café…? Está recién hecho…


No… gracias… -vuelvo mi cabeza hacia Ana- Puedo… ¿Puedo estar a solas un momento con ella? Necesito hablarle, es importante para mí.


-Claro Lucía, háblale, dile todo lo que necesites, te hará bien, el contacto físico es muy importante, tócale, aunque haga esos movimientos, no es por desagrado, no te preocupes, si me necesitas, estoy en la habitación que hay junto a esta.


-Gracias Mercedes… por todo.


La enfermera sale, yo respiro profundamente, ese acto tan sencillo, tan necesario y cotidiano que tú ya no ejerces a tu voluntad, lo controla un aparato, que con su sonido parece un reloj recordándonos el tiempo que nos queda por permanecer juntas.


………………………………………………………………………………………………………………………………………………


La hora de visita terminó hace tiempo, mejor, así no tendré que encontrarme cara a cara con Miguel, ni él conmigo, será un favor mutuo, los dos sentimos el mismo rechazo hacia el otro.


Dejo mi bolso en un sillón y me aproximo a la cabecera de tu cama, me siento en una silla, muy cerca de ti. Te miro una vez más. Verdaderamente tu rostro ha adquirido una expresión de paz que te hace parecer más bella, casi puedo percibir una leve sonrisa en la comisura de tus labios. Definitivamente, estés donde estés, pareces feliz.


-Ana… tengo que contarte tantas cosas… Te he necesitado mucho todos estos años en los que hemos estado separadas… Pero si hay algo que necesito en este momento es tu perdón, necesito, aunque sé que es imposible, escucharte decir que me perdonas… que todo está bien, aunque antes me reproches todo el daño que te he hecho, todas la palabras dichas que te hirieron… o las que quedaron por decir que te hubieran hecho bien…


¿Recuerdas cómo nos conocimos? ¿Cuándo nació nuestra amistad?... Claro… yo tampoco. Éramos muy niñas, cuando fuimos creciendo nos gustaba retroceder en el tiempo a ver cuál de las dos recordaba instantes fugaces que nos diesen idea de la edad que teníamos al conocernos, y no nos poníamos de acuerdo… entonces, llegábamos a la conclusión de que éramos hermanas. Tú todavía no tenías a tu hermana contigo. Tardó en llegar, fue… Un descuido como se suele decir, ahora con el paso del tiempo, y sabiendo lo que sé, me pregunto… ¿Cómo sucedería?¿A qué se debió ese embarazo cuando tus padres habían olvidado hacía muchos años que eran un matrimonio?...


Es curioso, a pesar de que adquirí ciertos conocimientos en Psicología durante la carrera jamás logré entender esa manía tuya, ese rechazo a tu condición de mujer, siempre decías:


-“Si volviese a nacer, me gustaría ser hombre, de hecho, cuando tenga hijos, quisiera que todos fuesen niños”


satisfacciones que podemos tener por nuestra condición femenina…


-“Que no, Lucía, que ellos viven mejor, no se preocupan por las cosas a las que nosotros damos importancia… Y son más fuertes que nosotras…”


Podíamos pasar horas buscando argumentos para convencer a la otra de que estábamos en posesión de la verdad cada una de nosotras.


Lo que no sé es que esquema o patrón de conducta habías seguido para llegar a esa conclusión ya que en tu hogar, tu madre no era esa mujer sufrida y abnegada que se dedicaba a las labores de su casa mientras el cabeza de familia salía buscar el sustento. La depresión postparto que se desarrolló tras tu nacimiento ya le duraba años, por lo tanto, tu padre trabajaba dentro y fuera del hogar para sacarte adelante a ti y después a tu hermana.


Me pregunto qué razones llevaron a tu madre a hacerte creer a la menor ocasión y de forma sutil que eras la culpable de su enfermedad cuando la realidad era bien distinta…


Tus padres vivían en una cárcel. Una cárcel que tu padre se ocupó en organizar para protegerse de unas tendencias sexuales que le habría arruinado su vida, porque en la época que les tocó vivir no estaba contemplado como algo natural, sino como algo enfermizo, patológico, contra natura o incluso penado por la ley su condición de homosexual.


En un régimen dictatorial no son únicamente víctimas las personas implicadas en política, o los militares, existen también esas otras víctimas, gente corriente, que por sus circunstancias personales se ven obligados a esconderse estando expuestos, a fingir lo que no son durante toda una vida, a vivir una mentira, a morir siguiendo vivos…


Ese fue el caso de tu padre, condenado a vivir una vida que no le pertenecía, arrastrando con él a toda una familia.


………………………………………………………………………………………………………………………………………………

lunes, 25 de abril de 2011

DIARIO DE UNA DESESPERANZA (Capítulo I )

4 de marzo del 2002

-… ¿Crees que puede oírme?

-Claro que sí, háblale, os hará bien a las dos.

No es vergüenza, no me siento ridícula hablando con alguien que se encuentra en una cama de hospital, conectada a máquinas de aspecto frío, que emiten sonidos desagradables y que, de un momento a otro pueden avisarnos de que la situación ha empeorado.

En otras circunstancias posiblemente,  yo misma,  sí que vería ridícula esta escena. En otras circunstancias…

Me dirijo a su enfermera, que prudentemente me consuela, explicándome lo que yo necesito escuchar.

-Nosotros… El personal de la U.C.I.  creemos  que esté donde esté nos escuchan, necesitamos creerlo así porque de otra forma sería tan frío, distante,  difícil para nosotros. No perdemos la esperanza,  evitamos ciertos comentarios sobre su estado como haríamos delante de cualquier otro paciente que se encontrara consciente.

La enfermera se dirige a mí en un tono de voz suave, pausado, que va relajando poco a poco mi tensión inicial.

 Dirijo una vez más la mirada hacia Ana;  mi amiga, mi mejor amiga, casi mi hermana ¿cómo has llegado hasta aquí Ana? -me pregunto en silencio- ¿quién te empujó a esto?...

 Y entonces una voz profunda martillea en lo más recóndito de mi cerebro, es esa voz que nos negamos escuchar en ocasiones ya que nos dice aquello que no queremos oír, porque duele; porque es la verdad desnuda.

“Todos me habéis llevado a esto… Todos. Incluso tú”.



Ana es inteligente, locuaz, posee  un sutil sentido del humor y es frágil, tremendamente frágil. Bajo esa apariencia de mujer con carácter, decidida, con las ideas muy claras y el organigrama de su vida muy bien diseñado.

Es alta, atractiva, con su hermosa melena morena y sus grandes ojos rasgados, negros, muy negros, profundos… Excesivamente delgada, con un caminar elegante, sigiloso, femenino … Tuvo muy claro su futuro desde que apenas era una niña

-“Quiero formar un hogar muy feliz y con muchos hijos”.

Pobre…

 Si ella hubiera sabido lo que le esperaba, ¡Si todos lo hubiésemos sabido…!

Ahora recuerdo que en una ocasión, hace ya tanto tiempo, éramos unas adolescentes, se sinceró conmigo y me confesó que uno de los primeros recuerdos que tenía de su infancia, era el de saber que su madre pasaba los días encerrada en su habitación, en su cama…

Y el deseo que Ana sentía de estar con ella, junto a su madre, aunque fuera dentro de una cama las dos, pero cuando ella, siendo apenas una niña, trató de entrar para estar a su lado, lo único que escuchó de su progenitora fue:

-“Fuera de aquí, no quiero verte”.

Ella sabía que su madre estaba enferma, la palabra “depresión” formaba parte de su vocabulario desde que era una niña.

En ocasiones me decía:

-“Yo no quiero ser como ella, tengo que ser fuerte, no quiero acabar como mi madre, con una bolsa de medicación siempre unida a ella, y sin que se pueda contar con ella, para nada”.

…………………………………………………………………………………………………………………………………..........




Cuando Ana terminó sus estudios de Bachillerato, no quiso continuar estudiando ¿Para qué comenzar una carrera universitaria? Eso no haría sino retrasar sus planes de futuro, al fin y al cabo, por aquella época ella ya había conocido a su “príncipe azul”, Miguel Ballesteros y como éste parecía que tenía vista y suerte en los negocios, resultó ser bastante solvente económicamente.

Ana no planificó su futro profesional, tal vez ése fuera uno de sus errores de juventud que más caro pagaría, el hecho de no poder ser independiente económicamente, fue una losa que impidió que pudiera vivir otro tipo de vida.

Fue feliz organizando su nuevo hogar, supervisando los preparativos de su boda y haciendo realidad su sueño de formar una familia. Tal vez esos fueran los mejores años de su vida.

Realmente el día de su boda, fue el día que más vi brillar a Ana. Estaba radiante, a pesar de que, una vez más, tampoco en los preparativos previos, ni el día del evento pudo contar con la ayuda de su madre, ésta tuvo una fuerte recaída en su depresión al saber que su hija se casaba, y no salió de ése profundo pozo hasta bien pasado el día del enlace, al que acudió sostenida por una hermana y por su hija menor, la hermana de Ana.

Miguel me gustó, gustaba a todas las personas que le conocían, era líder por naturaleza, tenía tal carisma que supo hacerse a sí mismo, y a juzgar por los resultados, no le había ido nada mal.

Si, Miguel me gustó, hasta que tuve la oportunidad de conocerle mejor, de descubrir cuál era su juego, como era su comportamiento con Ana, era ¿Cómo explicarlo? Ana formaba parte de su obra, de sus triunfos, era como un trofeo más, un personaje principal en la perfecta vida que Miguel había creado.

Parecían la pareja perfecta, pero solo era fachada, un espejismo.

Ana es fuerte, pero hasta los pilares más sólidos pueden derrumbarse si sus cimientos se ven sacudidos, y los cimientos de Ana, jamás fueron resistentes. Nunca estuvieron debidamente estructurados.

Para casi toda mujer, su madre suele ser el espejo en que mirarse, para bien o para mal, procuramos eliminar lo que no nos gusta, y nos enorgullece comprobar que hemos “heredado” eso que nos resulta atractivo, práctico y positivo de nuestras progenitoras.

A Ana se le rompió ese espejo antes de poder decidir si le gustaba el reflejo que le devolvía, ella no tuvo ese referente femenino del que poder extraer lo positivo, sólo sabía lo que no quería ser, por lo que no quería pasar o lo que no deseaba heredar de su madre, sin saber que cuanto más lejos se pensaba de ella, tanto más paralelos eran sus respectivos futuros.

………………………………………………………………………………………………………………………………………………..