...Y tú, Ana, creciste con ese sentimiento de culpa que no te ha abandonado nunca, me pregunto si es ese mismo sentimiento el que ahora te retiene y no te deja marchar del todo, cuando creías que había llegado el momento en que dejarías de sufrir al fin...
......................................................................................................................................................................
Después de tu boda, tu vida transcurría tranquila, rutinaria, en esa monotonía que tú misma habías anhelado.
Yo ocupaba mi tiempo en pequeños trabajos esporádicos y mal remunerados, mientras preparaba las oposiciones a Magisterio. Algún día debía lograr posicionarme en el ámbito profesional, después de todo yo no apostaba tanto por mi estabilidad sentimental con Luis como pareja.
Tú, que me conoces tan bien, sabes que no soy una mujer que se doblegue ante cualquier persona, soy contestataria y reivindicativa, sólo trato de ser justa, aunque no siempre lo consigo.
Eso era precisamente lo que me llevaba a discutir con tu marido, su trato contigo y con el resto de los mortales que ,por supuesto, vegetábamos en un plano inferior al suyo.
Así, poco a poco, me fui ganando su desprecio primero y su odio después.
A medida que pasaba el tiempo tu deseo de ser madre crecía, aparentemente en la misma proporción que tu amor por Miguel, tu entrega era absoluta, yo, a veces confieso que llegué a envidiarte, vivías por él y para él, eras la mujer perfecta, esposa, amante... Ideal para cualquier hombre. Era... como si todas tus energías las concentraras en cumplir a la perfección tu papel.
Yo sabía que jamás llegaría a ser como tú, porque algo dentro de mí se revelaba cuando tu amante esposo decía alguna de sus memeces y tú le sonreías con mirada cómplice, a pesar de que el blanco de sus gracias cada vez con más frecuencia seguías siendo tú. En alguna ocasión contestaste con cierta soberbia y procuraste atajar sus bromas, pero aquello se produjo en contadas ocasiones... Supongo que en la intimidad pagarías muy cara tu osadía de retarle en público.
Habían transcurrido cuatro años desde tu enlace y los hijos no llegaban, por fin decidiste hacerme caso y buscar una solución médica, te costaba aceptar que algo pudiera ir mal en la vida que habías proyectado.
Evidentemente, tu marido era un señor muy ocupado, con lo cual tuviste que pedir citas, asistir a pruebas y escuchar diagnósticos tú sola. Yo apenas fui de gran ayuda puesto que finalmente aprobé esa ansiada oposición y mi trabajo junto con mi vida en pareja con Luis me absorbían casi por completo.
Aún así a pesar de que tú me decías que no era necesario, te acompañé en aquellas ocasiones que mi "ocupada" vida me dejaba hacerlo...
¡Cómo me arrepiento, Ana!, de haberlo sabido... Si hubiese sospechado que quedaba tan poco tiempo para disfrutar de ti...
Si hubiese intuído siquiera que me dejarías tan pronto, tan sola, con tantas cosas por decir... Sin tu perdón...
..............................................................................................................................................................
El negocio de material informático en el que decidió emprender su andadura laboral en solitario tu marido, iba prosperando de manera asombrosa, en poco tiempo había abierto tres sucursales, que dejaban los suficientes beneficios como para tener una vida cómoda, y en poco tiempo amortizó la inversión económica que supuso empezar de cero con la dificultad añadida de abonar los préstamos solicitados.
Al mismo tiempo que todo eso sucedía, tú ibas aprendiendo que no debías molestar al importante Miguel Ballesteros con nimiedades, por eso, en aquella ocasión en que tuvieron que realizarte una dolorosa prueba a la que debías acudir acompañada, porque debían sedarte, me pediste que fuese yo quien fuera contigo...
-Anita... que fuerte eres... Que fuerte has sido siempre... Recuerdo las veces que pensé que eras demasiado débil para enfrentarte a tu marido y recordarle que eras una persona digna de respeto...
Qué equivocada estaba... sufrías viendo como se venían abajo los proyectos de toda tu vida, y jamás contaste nada a nadie... Nunca tu hermana o yo te escuchamos decir una palabra de reproche hacia tu marido. Todo estaba bien.
Y no, no todo estaba bien en tu mundo... Nada iba bien en él... Sólo tú eras conocedora del infierno de desesperanza que te acompañaba cada día, de la tristeza infinita que debías sentir cada noche al acostarte y que te daba los buenos días al abrir tus enormes ojos negros...
- Sus riñones están dejando de funcionar... -Es mi hermano Juan el que se dirige a mí. Ha entrado en la habitación de Ana para acompañarme un rato. Él, está al cuidado de otro paciente. Trae un café. Lo necesito...
-Gracias Juan... Así que otra complicación más, ahora sus riñones...
-Lo siento Lucía
-Lo sé
-Deberías salir a dar una vuelta, llevas demasiado tiempo aquí
-Es cierto, pero tengo tantas cosas que contarle... Es tan injusto Juan...¿Por qué? ¿Por qué a ella? Es la persona más buena que he conocido. Nunca ha hecho daño a nadie, más bien al contrario, a veces pienso que hemos sido todas las personas en quien confiaba las que le hemos defraudado.
-No; no seas cruel contigo hermana, no te culpes, ese sentimiento no te hará ningún bien... Y no cambiará el estado de las cosas.
-No puedo evitarlo... Quisiera tener la conciencia tranquila y poder decir eso que se dice siempre en estos casos, que he hecho por ella todo lo que he podido cuando estaba bien, pero no es verdad, no fue así.
-Lucía fueron las circunstancias, no podías hacer nada. Sabías que tarde o temprano su marido se interpondría entre vosotras dos, entre vuestra amistad. Tú eras una "mala influencia" para ella, tenías el poder de hacerle ver la realidad, de abrirle los ojos, ante el trato injusto y de inferioridad que Miguel le daba. No tuviste más remedio que alejarte...
No puedo evitar llorar... te miro entre lágrimas y con una leve sonrisa te acaricio el rostro mientras te hablo:
-Así que ahora tus riñones no funcionan, Anita... ¿Recuerdas cuando salíamos de jovencitas y no podías irte de un local sin pasar antes por el aseo?...Hasta te puse un mote por ello... Y ahora... Qué extraño es todo y que extraña me siento...
...................................................................................................................................................................
El tiempo transcurría despacio; a veces entre una revisión ginecológica y la siguiente o entre una prueba y otra pasaban meses, la medicina privada hubiese sido una solución para agilizar trámites y citas, pero tú no querías que tu deseo de ser madre fuera un problema económico, además de fisiológico.
-Todo está bien señora Ramos, todo es normal en su organismo. Deberíamos empezar a estudiar a su marido...
Eso fue lo que te dijo el médico después de haber finalizado con tu estudio.
Pero él se negó.
-Ni hablar, Ana, no pienso acudir a ningún médico, no estoy enfermo, me encuentro estupendamente, si no tenemos hijos y tú estás perfecta, es porque te estás obsesionando con la idea de ser madre, así que relájate, y no pienses más en ello.
No pienso convertir en el centro de nuestras conversaciones este tema, así que escúchame bien, si vienen los niños estupendo, y si no vienen, es porque no tienen que venir. Es un tema que no me preocupa en absoluto. En estos momentos tengo demasiadas cosas en que pensar, mucho más importantes que en cambiar pañales. Es tu tema. Ya sabes lo que he opinado siempre de los hijos.
Después de esta conversación me llamaste por teléfono llorando, creo que no te había visto llorar desde que éramos niñas.
Así que -pensé- ha permitido que te "distrajeras" por unos meses con tus pruebas médicas como si de un pasatiempo se tratara, para después decirte lo que realmente pensaba. Hasta entonces te había ido dando tregua creyendo que te cansarías de tanto ir y venir de médicos, y que, tarde o temprano pasaría tu instinto maternal.
Y ni en ese momento, te permitiste odiarle, justificaste sus palabras ante mí diciendo que cambiaría de opinión, que estabas segura de ello, que era normal, que estaba muy preocupado por sus negocios... y yo le odié ¡Dios mío, como le odié en ese momento!...
Entonces ocurrió algo que no debería haber ocurrido.
Mi vida estaba organizándose poco a poco, llevaba casada apenas dos años, trabajando duro, con las letras de un préstamo hipotecario que nos asfixiaba por pagar, Luis no encontraba un trabajo estable que nos permitiera poder hacer planes a largo plazo, y su carácter se iba amargando día a día y entonces.... Me quedé embarazada.
.....................................................................................................................................................................
No hay comentarios:
Publicar un comentario