Voy hacia el hospital; he decidido ir en autobús. No estoy en condiciones de conducir,mi pensamiento y mi cabeza hace días que andan por ahí buscándote, recordándote, reviviendo escenas del pasado, cuando éramos felices, y recorriendo mis pasos, una vez más, rememorando mis palabras, esas que supusieron el alejamiento total de ti, por qué no fui más tolerante, más paciente contigo, por qué no sospeché por lo que estabas pasando... Por qué te di la espalda... Si hubiese sabido todo lo que iba a ocurrir después... Y hoy, mi corazón sufre anhelando una respuesta a mi petición de perdón, de absolución. Es como si necesitara acallar a mi conciencia...
Es curioso pero desde que estás en coma no ha salido el sol, estamos a principios de marzo, tres días en ese estado y tres días en que el cielo está triste; mirando por la ventana del autobús y absorta en mis pensamientos, de pronto, he empezado a llorar, ha sido un llanto silencioso, tibio, necesario... ¡Cuánto lo necesitaba! Ha sido tranquilizador darme cuenta de que el resto de pasajeros no se ha percatado de mi situación, me he puesto las gafas de sol, a pesar del día y he desahogado todo lo que mi cuerpo y mi mente me han permitido, este llanto ha dejado en mí una mezcla de abatimiento, sosiego y una especie de cierta energía renovada para afrontar un nuevo día junto a ti, supongo que a partir de este momento será más fácil...
................................................................................................................................................................
-Hola Juan, dime algo nuevo, por favor...
Mi mente en realidad quiere decir "dime algo bueno", pero en el fondo de mí tengo la sospecha de que eso no va a ser posible.
-Ven Lucía, vamos al cuarto de personal y hablamos.
Me estoy preparando mentalmente para las peores noticias y creo que he rezado más en estos días que en todos los años que he vivido, pero no sé por qué tengo la sensación de no poder soportar más esta situación. Tal vez sea que mi cuerpo y mi mente están tocando fondo, la ausencia de horas de sueño y la poca alimentación que les he proporcionado están siendo un caldo de cultivo excelente para el abatimiento que siento.
-Los médicos ya tienen los resultados de las pruebas que le han realizado a Ana. Esta mañana han estado hablando con su marido y con su familia. Lucía... Ana tiene un porcentaje muy elevado de la corteza neuronal necrosado, su estado es muy grave, no podemos saber cuanto tiempo puede llegar a estar en la situación actual, pero sea el tiempo que sea no va a recuperar nada, todo va a a seguir como hasta ahora, se le puede quitar el respirador y practicarle una traqueostomía, pero eso sería prolongar más un estado comatoso sin evolución.
-Y ya está... No hay nada más... ¿Ya no hay nada más Juan?... Ni tratamientos, ni rehabilitación... ¿Nada? ¿La medicina arroja la toalla?...
-Lo siento mucho...
Observo a mi hermano con los ojos arrasados en lágrimas, apenas puedo distinguir su imagen borrosa, pero presiento que hay algo más que quiere decirme y no sabe como hacerlo...
-Le han propuesto a Miguel desconectar el respirador cuando la familia lo considere. Les van a dar todo el tiempo que necesiten. No hay ninguna solución Lucía... No se puede hacer nada.
-¿Y lo tiene que decidir ese mal nacido?
-Está destrozado... Lucía... si lo vieras...
-Prefiero no tener que verle, él ha sido el culpable de todo esto...
Y tú también -me recuerda esa voz en mi interior-. En lo más profundo de mí, existe un juez implacable, al que le gusta recordarme que yo también puse mi grano de arena en la destrucción de Ana.
-Juan, quiero estar con ella...
...........................................................................................................................................................
-Parece que esto va en serio, Ana... Lo has conseguido. Te lo propusiste y has llegado hasta el fin.
¿Por qué Ana?, ¿Por qué no has luchado?... ¿Por qué no has sido tu dueña?...¿Por qué no has conducido tu propia vida?...
Te miro y estás rodeada de almohadones, con protectores en tus pies para evitar heridas, sobre tu mesita, hay varios productos de belleza, está tu crema de rostro... siempre la misma marca, siempre tu fidelidad... hasta en las pequeñas cosas.
Mientras te hablo voy retirando cada almohada que te protege y empiezo a masajearte los brazos, las piernas... Utilizo la loción corporal que tienes en tu mesilla y que supongo te habrá traído Miguel... Qué bien está representando su papel de amante esposo destrozado por la tristeza... Si todos supieran...
Destapo tu frasco de crema hidratante para el rostro y aspiro su aroma... Huele a ti... Es increíble lo que un olor puede hacer en el cerebro, de repente, miles de recuerdos se agolpan en él, pero sólo uno se queda...
Estamos tu y yo, somos adolescentes y me estás enseñando a maquillarme... ¡Qué torpe soy!...
-¿Recuerdas Ana?... Siempre tuviste muy buena mano para sacarte el máximo partido, tienes esa elegancia innata, la que no se aprende, esa que te hace igual de altiva con vestido de fiesta que con tejanos; en cambio yo... Lo poco que sé en ese aspecto lo aprendí de ti, jamás se me dio bien la cosmética, no tengo ningún estilo ni gusto para combinar mi propia ropa. Y me faltas tú desde hace tanto...
En aquellas ocasiones lo hiciste tú por mí, ahora soy yo la que te está poniendo crema en la cara y el cuerpo, sólo que la situación no es la misma. Ojalá pudiera retroceder en el tiempo...
..............................................................................................................................................................
Cuando quedé embarazada fue una noticia inesperada para todos.
Luis y yo tuvimos que empezar a pensar que íbamos a ser tres en poco tiempo.
Te va a parecer mentira, Ana, pero fuiste la primera persona en la que pensé. No veía la manera de decírtelo, yo sabía que te alegrarías por mí, pero a raíz de la negativa de tu marido para acudir a cualquier especialista en infertilidad, tu carácter fue cambiando poco a poco, esas respuestas tuyas cargadas de autoridad se convirtieron en respuestas déspotas, a todas las personas que te queríamos nos hacías comentarios hirientes por la menor insignificancia. A todas... menos a Miguel, con él era diferente, ya no le sonreías igual, te faltaba el valor para hacerle reproches, pero tu mirada delataba un odio, una frialdad, una dureza que jamás había visto en ti. Y me asustaba. Pensaba que tanto rencor oculto no te podría aportar nada bueno.
Recuerdo cierta ocasión que faltando muy pocos días para mi boda, me aconsejaste que no me casara, que no lo hiciera, que no sería feliz.
No te hice caso, no le di a tus palabras la importancia que tenían, no quise o no supe ver el dolor y la frustración que escondían. Ahora sé que debías estar tan saturada de rencores ocultos..¿Qué estaba pasando con tu vida? ¿Qué sentías en tu corazón para decirme esas palabras?:
-"Somos sus putas, Lucía, no somos otra cosa que eso, lavamos su ropa, limpiamos su suciedad y tenemos que estar disponibles en la cama, somos putas mal remuneradas. No te cases Lucía, sigue mi consejo y no te cases. Aún estás a tiempo".
Me quedé tan sorprendida que no supe que decirte, mientras me hablabas, clavavas tus dedos en mi brazo con tal intensidad que me hiciste daño, y tus ojos llorosos, reflejaban tanta pena, sufrimiento y desencanto, que, francamente, no supe que decirte, ni como contestarte, no supe aconsejarte, no supe escucharte para así, sacar de tu interior, toda esa rabia contenida. Dios mío, si lo hubiese sabido ver... Si hubiera presentido la batalla que librabas en lo más profundo de ti... No te podías permitir odiar a ese hombre que tanto amaste, pero tu corazón emanaba ese sentimiento aún a pesar de que tú lo rechazaras con todas tus fuerzas...
Esta mañana ha estado tu hermana visitándote, me lo ha comentado tu enfermera, dijo que no llegó a agotar el tiempo de visita establecido, y yo no quisiera juzgarla, pero... ¿Tan pocas cosas tenía que contarte? Sé que no debo pensar así, cada uno manifiesta el dolor de una manera diferente y ella no ha sido una mujer que afrontara los problemas de frente.
Cuando empezasteis a ver la vida con la mirada de un adulto y os enfrentasteis a la situación que se vivía en tu casa, siempre bajo la sospecha, nunca se habló abiertamente del mejor amigo de tu padre, Alberto, esa amistad tan poco habitual, tan íntima que le hacía a tu padre desaparecer durante fines de semana enteros con la excusa de que iban de pesca, de que compartía aficiones... De que tu madre siempre estaba enferma, llorando, con su eterna depresión...
Cuando todo eso empezó a hacerse notable tu hermana decidió independizarse, poner tierra de por medio y largarse cuanto más lejos mejor. Así pasó gran parte de su juventud en Londres con la excusa de aprender el idioma y labrarse un porvenir.
Al principio venía a casa en fechas señaladas, Navidad, parte de las vacaciones de verano, pero poco a poco fue espaciando sus visitas hasta que terminó por no venir, apenas una vez al año, y siempre terminabais discutiendo.
El tópico que se suele utilizar entre hermanas de que "sólo os tenéis la una a la otra" con vosotras dos no funcionó.
Ella siempre tuvo celos de ti, porque para tu padre siempre fuiste "su niña" y su preferencia por ti era muy evidente, por ser la mayor; en realidad la diferencia de edad era acusada y eso a ti te favoreció, ya que a tu padre siempre se le apreció cierta predilección por su primogénita, y esos años que llevabas de "ventaja" a tu hermana os unió hasta lo impensable a tu padre y a ti, en la misma proporción que os desunía a vosotras dos.
Y cuando tú descubriste la farsa en la que se había asentado el matrimonio de tus padres, tu única salida fue recurrir a tu pareja, esperando encontrar en él, el apoyo y la comprensión necesarios para poder asimilar esta situación.
Lo último que esperabas era la respuesta que encontraste en Miguel, con la sangre fría que le caracterizaba te hizo entender que lo mejor era no hablar del asunto con nadie, tratar de olvidarlo y seguir disimulando y llevando una vida como la que habíais llevado hasta entonces.
Nunca más volviste a mencionarlo.
Siempre me ha costado comprender esa fobia hacia las personas de tu mismo sexo y esa afinidad por los hombres, con los que tan bien congeniabas, a los que comprendías siempre y perdonabas todas sus actitudes sexistas y discriminatorias.
Trato de justificarlo pensando que las tres mujeres más importantes y cercanas de tu vida, te dieron la espalda, primero tu madre, luego tu hermana, y por último yo.
Eso no me deja en buen lugar.
Hoy ha venido tu hermana a verte y quisiera pensar que te ha suplicado que le perdones, como yo, porque desde esta fría cama en la que te encuentras, por fin dominas todo y a todos los que en tu vida te hicimos sufrir.
Todos los que hoy lloramos por tu estado, de una forma u otra te hemos empujado a esta agonía.
..........................................................................................................................................................
domingo, 15 de mayo de 2011
viernes, 6 de mayo de 2011
DIARIO DE UNA DESESPERANZA (Capítulo IV)
...Y tú, Ana, creciste con ese sentimiento de culpa que no te ha abandonado nunca, me pregunto si es ese mismo sentimiento el que ahora te retiene y no te deja marchar del todo, cuando creías que había llegado el momento en que dejarías de sufrir al fin...
......................................................................................................................................................................
Después de tu boda, tu vida transcurría tranquila, rutinaria, en esa monotonía que tú misma habías anhelado.
Yo ocupaba mi tiempo en pequeños trabajos esporádicos y mal remunerados, mientras preparaba las oposiciones a Magisterio. Algún día debía lograr posicionarme en el ámbito profesional, después de todo yo no apostaba tanto por mi estabilidad sentimental con Luis como pareja.
Tú, que me conoces tan bien, sabes que no soy una mujer que se doblegue ante cualquier persona, soy contestataria y reivindicativa, sólo trato de ser justa, aunque no siempre lo consigo.
Eso era precisamente lo que me llevaba a discutir con tu marido, su trato contigo y con el resto de los mortales que ,por supuesto, vegetábamos en un plano inferior al suyo.
Así, poco a poco, me fui ganando su desprecio primero y su odio después.
A medida que pasaba el tiempo tu deseo de ser madre crecía, aparentemente en la misma proporción que tu amor por Miguel, tu entrega era absoluta, yo, a veces confieso que llegué a envidiarte, vivías por él y para él, eras la mujer perfecta, esposa, amante... Ideal para cualquier hombre. Era... como si todas tus energías las concentraras en cumplir a la perfección tu papel.
Yo sabía que jamás llegaría a ser como tú, porque algo dentro de mí se revelaba cuando tu amante esposo decía alguna de sus memeces y tú le sonreías con mirada cómplice, a pesar de que el blanco de sus gracias cada vez con más frecuencia seguías siendo tú. En alguna ocasión contestaste con cierta soberbia y procuraste atajar sus bromas, pero aquello se produjo en contadas ocasiones... Supongo que en la intimidad pagarías muy cara tu osadía de retarle en público.
Habían transcurrido cuatro años desde tu enlace y los hijos no llegaban, por fin decidiste hacerme caso y buscar una solución médica, te costaba aceptar que algo pudiera ir mal en la vida que habías proyectado.
Evidentemente, tu marido era un señor muy ocupado, con lo cual tuviste que pedir citas, asistir a pruebas y escuchar diagnósticos tú sola. Yo apenas fui de gran ayuda puesto que finalmente aprobé esa ansiada oposición y mi trabajo junto con mi vida en pareja con Luis me absorbían casi por completo.
Aún así a pesar de que tú me decías que no era necesario, te acompañé en aquellas ocasiones que mi "ocupada" vida me dejaba hacerlo...
¡Cómo me arrepiento, Ana!, de haberlo sabido... Si hubiese sospechado que quedaba tan poco tiempo para disfrutar de ti...
Si hubiese intuído siquiera que me dejarías tan pronto, tan sola, con tantas cosas por decir... Sin tu perdón...
..............................................................................................................................................................
El negocio de material informático en el que decidió emprender su andadura laboral en solitario tu marido, iba prosperando de manera asombrosa, en poco tiempo había abierto tres sucursales, que dejaban los suficientes beneficios como para tener una vida cómoda, y en poco tiempo amortizó la inversión económica que supuso empezar de cero con la dificultad añadida de abonar los préstamos solicitados.
Al mismo tiempo que todo eso sucedía, tú ibas aprendiendo que no debías molestar al importante Miguel Ballesteros con nimiedades, por eso, en aquella ocasión en que tuvieron que realizarte una dolorosa prueba a la que debías acudir acompañada, porque debían sedarte, me pediste que fuese yo quien fuera contigo...
-Anita... que fuerte eres... Que fuerte has sido siempre... Recuerdo las veces que pensé que eras demasiado débil para enfrentarte a tu marido y recordarle que eras una persona digna de respeto...
Qué equivocada estaba... sufrías viendo como se venían abajo los proyectos de toda tu vida, y jamás contaste nada a nadie... Nunca tu hermana o yo te escuchamos decir una palabra de reproche hacia tu marido. Todo estaba bien.
Y no, no todo estaba bien en tu mundo... Nada iba bien en él... Sólo tú eras conocedora del infierno de desesperanza que te acompañaba cada día, de la tristeza infinita que debías sentir cada noche al acostarte y que te daba los buenos días al abrir tus enormes ojos negros...
- Sus riñones están dejando de funcionar... -Es mi hermano Juan el que se dirige a mí. Ha entrado en la habitación de Ana para acompañarme un rato. Él, está al cuidado de otro paciente. Trae un café. Lo necesito...
-Gracias Juan... Así que otra complicación más, ahora sus riñones...
-Lo siento Lucía
-Lo sé
-Deberías salir a dar una vuelta, llevas demasiado tiempo aquí
-Es cierto, pero tengo tantas cosas que contarle... Es tan injusto Juan...¿Por qué? ¿Por qué a ella? Es la persona más buena que he conocido. Nunca ha hecho daño a nadie, más bien al contrario, a veces pienso que hemos sido todas las personas en quien confiaba las que le hemos defraudado.
-No; no seas cruel contigo hermana, no te culpes, ese sentimiento no te hará ningún bien... Y no cambiará el estado de las cosas.
-No puedo evitarlo... Quisiera tener la conciencia tranquila y poder decir eso que se dice siempre en estos casos, que he hecho por ella todo lo que he podido cuando estaba bien, pero no es verdad, no fue así.
-Lucía fueron las circunstancias, no podías hacer nada. Sabías que tarde o temprano su marido se interpondría entre vosotras dos, entre vuestra amistad. Tú eras una "mala influencia" para ella, tenías el poder de hacerle ver la realidad, de abrirle los ojos, ante el trato injusto y de inferioridad que Miguel le daba. No tuviste más remedio que alejarte...
No puedo evitar llorar... te miro entre lágrimas y con una leve sonrisa te acaricio el rostro mientras te hablo:
-Así que ahora tus riñones no funcionan, Anita... ¿Recuerdas cuando salíamos de jovencitas y no podías irte de un local sin pasar antes por el aseo?...Hasta te puse un mote por ello... Y ahora... Qué extraño es todo y que extraña me siento...
...................................................................................................................................................................
El tiempo transcurría despacio; a veces entre una revisión ginecológica y la siguiente o entre una prueba y otra pasaban meses, la medicina privada hubiese sido una solución para agilizar trámites y citas, pero tú no querías que tu deseo de ser madre fuera un problema económico, además de fisiológico.
-Todo está bien señora Ramos, todo es normal en su organismo. Deberíamos empezar a estudiar a su marido...
Eso fue lo que te dijo el médico después de haber finalizado con tu estudio.
Pero él se negó.
-Ni hablar, Ana, no pienso acudir a ningún médico, no estoy enfermo, me encuentro estupendamente, si no tenemos hijos y tú estás perfecta, es porque te estás obsesionando con la idea de ser madre, así que relájate, y no pienses más en ello.
No pienso convertir en el centro de nuestras conversaciones este tema, así que escúchame bien, si vienen los niños estupendo, y si no vienen, es porque no tienen que venir. Es un tema que no me preocupa en absoluto. En estos momentos tengo demasiadas cosas en que pensar, mucho más importantes que en cambiar pañales. Es tu tema. Ya sabes lo que he opinado siempre de los hijos.
Después de esta conversación me llamaste por teléfono llorando, creo que no te había visto llorar desde que éramos niñas.
Así que -pensé- ha permitido que te "distrajeras" por unos meses con tus pruebas médicas como si de un pasatiempo se tratara, para después decirte lo que realmente pensaba. Hasta entonces te había ido dando tregua creyendo que te cansarías de tanto ir y venir de médicos, y que, tarde o temprano pasaría tu instinto maternal.
Y ni en ese momento, te permitiste odiarle, justificaste sus palabras ante mí diciendo que cambiaría de opinión, que estabas segura de ello, que era normal, que estaba muy preocupado por sus negocios... y yo le odié ¡Dios mío, como le odié en ese momento!...
Entonces ocurrió algo que no debería haber ocurrido.
Mi vida estaba organizándose poco a poco, llevaba casada apenas dos años, trabajando duro, con las letras de un préstamo hipotecario que nos asfixiaba por pagar, Luis no encontraba un trabajo estable que nos permitiera poder hacer planes a largo plazo, y su carácter se iba amargando día a día y entonces.... Me quedé embarazada.
.....................................................................................................................................................................
......................................................................................................................................................................
Después de tu boda, tu vida transcurría tranquila, rutinaria, en esa monotonía que tú misma habías anhelado.
Yo ocupaba mi tiempo en pequeños trabajos esporádicos y mal remunerados, mientras preparaba las oposiciones a Magisterio. Algún día debía lograr posicionarme en el ámbito profesional, después de todo yo no apostaba tanto por mi estabilidad sentimental con Luis como pareja.
Tú, que me conoces tan bien, sabes que no soy una mujer que se doblegue ante cualquier persona, soy contestataria y reivindicativa, sólo trato de ser justa, aunque no siempre lo consigo.
Eso era precisamente lo que me llevaba a discutir con tu marido, su trato contigo y con el resto de los mortales que ,por supuesto, vegetábamos en un plano inferior al suyo.
Así, poco a poco, me fui ganando su desprecio primero y su odio después.
A medida que pasaba el tiempo tu deseo de ser madre crecía, aparentemente en la misma proporción que tu amor por Miguel, tu entrega era absoluta, yo, a veces confieso que llegué a envidiarte, vivías por él y para él, eras la mujer perfecta, esposa, amante... Ideal para cualquier hombre. Era... como si todas tus energías las concentraras en cumplir a la perfección tu papel.
Yo sabía que jamás llegaría a ser como tú, porque algo dentro de mí se revelaba cuando tu amante esposo decía alguna de sus memeces y tú le sonreías con mirada cómplice, a pesar de que el blanco de sus gracias cada vez con más frecuencia seguías siendo tú. En alguna ocasión contestaste con cierta soberbia y procuraste atajar sus bromas, pero aquello se produjo en contadas ocasiones... Supongo que en la intimidad pagarías muy cara tu osadía de retarle en público.
Habían transcurrido cuatro años desde tu enlace y los hijos no llegaban, por fin decidiste hacerme caso y buscar una solución médica, te costaba aceptar que algo pudiera ir mal en la vida que habías proyectado.
Evidentemente, tu marido era un señor muy ocupado, con lo cual tuviste que pedir citas, asistir a pruebas y escuchar diagnósticos tú sola. Yo apenas fui de gran ayuda puesto que finalmente aprobé esa ansiada oposición y mi trabajo junto con mi vida en pareja con Luis me absorbían casi por completo.
Aún así a pesar de que tú me decías que no era necesario, te acompañé en aquellas ocasiones que mi "ocupada" vida me dejaba hacerlo...
¡Cómo me arrepiento, Ana!, de haberlo sabido... Si hubiese sospechado que quedaba tan poco tiempo para disfrutar de ti...
Si hubiese intuído siquiera que me dejarías tan pronto, tan sola, con tantas cosas por decir... Sin tu perdón...
..............................................................................................................................................................
El negocio de material informático en el que decidió emprender su andadura laboral en solitario tu marido, iba prosperando de manera asombrosa, en poco tiempo había abierto tres sucursales, que dejaban los suficientes beneficios como para tener una vida cómoda, y en poco tiempo amortizó la inversión económica que supuso empezar de cero con la dificultad añadida de abonar los préstamos solicitados.
Al mismo tiempo que todo eso sucedía, tú ibas aprendiendo que no debías molestar al importante Miguel Ballesteros con nimiedades, por eso, en aquella ocasión en que tuvieron que realizarte una dolorosa prueba a la que debías acudir acompañada, porque debían sedarte, me pediste que fuese yo quien fuera contigo...
-Anita... que fuerte eres... Que fuerte has sido siempre... Recuerdo las veces que pensé que eras demasiado débil para enfrentarte a tu marido y recordarle que eras una persona digna de respeto...
Qué equivocada estaba... sufrías viendo como se venían abajo los proyectos de toda tu vida, y jamás contaste nada a nadie... Nunca tu hermana o yo te escuchamos decir una palabra de reproche hacia tu marido. Todo estaba bien.
Y no, no todo estaba bien en tu mundo... Nada iba bien en él... Sólo tú eras conocedora del infierno de desesperanza que te acompañaba cada día, de la tristeza infinita que debías sentir cada noche al acostarte y que te daba los buenos días al abrir tus enormes ojos negros...
- Sus riñones están dejando de funcionar... -Es mi hermano Juan el que se dirige a mí. Ha entrado en la habitación de Ana para acompañarme un rato. Él, está al cuidado de otro paciente. Trae un café. Lo necesito...
-Gracias Juan... Así que otra complicación más, ahora sus riñones...
-Lo siento Lucía
-Lo sé
-Deberías salir a dar una vuelta, llevas demasiado tiempo aquí
-Es cierto, pero tengo tantas cosas que contarle... Es tan injusto Juan...¿Por qué? ¿Por qué a ella? Es la persona más buena que he conocido. Nunca ha hecho daño a nadie, más bien al contrario, a veces pienso que hemos sido todas las personas en quien confiaba las que le hemos defraudado.
-No; no seas cruel contigo hermana, no te culpes, ese sentimiento no te hará ningún bien... Y no cambiará el estado de las cosas.
-No puedo evitarlo... Quisiera tener la conciencia tranquila y poder decir eso que se dice siempre en estos casos, que he hecho por ella todo lo que he podido cuando estaba bien, pero no es verdad, no fue así.
-Lucía fueron las circunstancias, no podías hacer nada. Sabías que tarde o temprano su marido se interpondría entre vosotras dos, entre vuestra amistad. Tú eras una "mala influencia" para ella, tenías el poder de hacerle ver la realidad, de abrirle los ojos, ante el trato injusto y de inferioridad que Miguel le daba. No tuviste más remedio que alejarte...
No puedo evitar llorar... te miro entre lágrimas y con una leve sonrisa te acaricio el rostro mientras te hablo:
-Así que ahora tus riñones no funcionan, Anita... ¿Recuerdas cuando salíamos de jovencitas y no podías irte de un local sin pasar antes por el aseo?...Hasta te puse un mote por ello... Y ahora... Qué extraño es todo y que extraña me siento...
...................................................................................................................................................................
El tiempo transcurría despacio; a veces entre una revisión ginecológica y la siguiente o entre una prueba y otra pasaban meses, la medicina privada hubiese sido una solución para agilizar trámites y citas, pero tú no querías que tu deseo de ser madre fuera un problema económico, además de fisiológico.
-Todo está bien señora Ramos, todo es normal en su organismo. Deberíamos empezar a estudiar a su marido...
Eso fue lo que te dijo el médico después de haber finalizado con tu estudio.
Pero él se negó.
-Ni hablar, Ana, no pienso acudir a ningún médico, no estoy enfermo, me encuentro estupendamente, si no tenemos hijos y tú estás perfecta, es porque te estás obsesionando con la idea de ser madre, así que relájate, y no pienses más en ello.
No pienso convertir en el centro de nuestras conversaciones este tema, así que escúchame bien, si vienen los niños estupendo, y si no vienen, es porque no tienen que venir. Es un tema que no me preocupa en absoluto. En estos momentos tengo demasiadas cosas en que pensar, mucho más importantes que en cambiar pañales. Es tu tema. Ya sabes lo que he opinado siempre de los hijos.
Después de esta conversación me llamaste por teléfono llorando, creo que no te había visto llorar desde que éramos niñas.
Así que -pensé- ha permitido que te "distrajeras" por unos meses con tus pruebas médicas como si de un pasatiempo se tratara, para después decirte lo que realmente pensaba. Hasta entonces te había ido dando tregua creyendo que te cansarías de tanto ir y venir de médicos, y que, tarde o temprano pasaría tu instinto maternal.
Y ni en ese momento, te permitiste odiarle, justificaste sus palabras ante mí diciendo que cambiaría de opinión, que estabas segura de ello, que era normal, que estaba muy preocupado por sus negocios... y yo le odié ¡Dios mío, como le odié en ese momento!...
Entonces ocurrió algo que no debería haber ocurrido.
Mi vida estaba organizándose poco a poco, llevaba casada apenas dos años, trabajando duro, con las letras de un préstamo hipotecario que nos asfixiaba por pagar, Luis no encontraba un trabajo estable que nos permitiera poder hacer planes a largo plazo, y su carácter se iba amargando día a día y entonces.... Me quedé embarazada.
.....................................................................................................................................................................
Suscribirse a:
Entradas (Atom)